Ese Dios en el que no creo
- Ramón Otero

- 1 jun 2023
- 4 Min. de lectura

Para unos Dios no existe, para otros es su guía y hay quienes lo consideran el timo más grande de todos los tiempos.
Hay quienes rigen sus actos como si Él los estuviese vigilando en cada momento. Para algunas personas Dios es la voz indica qué es malo y qué bueno.
¿Dónde está Dios cuando una niña de dos años muere víctima de un cáncer implacable? Pregunto yo. Los defensores de la fe (sea cual sea), me responden que el libre albedrío es quien dicta lo que sucede en este mundo nuestro. Dios (su Dios) se mantiene ajeno al devenir de los acontecimientos. La guerra perpetua desde hace dos mil años en Oriente Medio, la hambruna en África y niños soldados en Somalia muriendo.
¿Dónde está Dios? Pregunto yo de nuevo.

Para Ayrton Senna, Dios era la fuerza más grande del universo. Creyente acérrimo, Senna confiaba en él para guiar su vida y así lo hizo hasta el último momento. La mañana de su última carrera, el mejor piloto de fórmula 1 de todos los tiempos, leyó la biblia y en ella encontró consuelo a su dolor. El día antes Roland Ratzenberger, había muerto en aquella misma pista de San Marino.
Dicen muchos de los que lo conocieron, que en la parrilla de salida, Ayrton estaba taciturno y tenso, como intuyendo algo que se cernía sobre su Destino, pero sin poder llegar a verlo. Una hora más tarde, a bordo de su Williams Renault, Ayrton Senna encontraba al fin a Dios en la curva de Tamburello.

No creo en Dios. En ninguno de ellos. Creo en las energías, creo en la fuerza del Universo. Creo que hemos sido creados. En eso creo.
Una inteligencia superior, capaz de plegar el espacio tiempo, y de dominar la genética de los animales y las plantas, entremezcló las proteínas del ADN para crear una raza que poblase este planeta nuestro. Algunos dicen que es algo descabellado, pero yo no lo creo.
En menos de veinte años, habrá humanos en Marte. Serán chinos, o norteamericanos, pero en cuanto un hombre y una mujer hagan el amor en el planeta rojo y nazca un niño, este será oficialmente el primer extraterrestre de nuestra especie.
A día de hoy, el ser humano tiene los conocimientos y las herramientas para revivir especies extintas, para clonar órganos y humanos al completo. Hacerlo, o no hacerlo, es un dilema moral y ético, pero el hecho, es que somos capaces de hacerlo.
El universo nació hace más de cinco mil millones de años. Hay quienes dicen que puede ser todavía mucho más viejo. Con que en alguna parte del vasto universo, la vida inteligente hubiese surgido solamente quinientos mil años antes que en nuestro planeta, ahora mismo habría una civilización que nos llevaría medio millón de años de ventaja. Somos incapaces de predecir los avances de la tecnología en cien años, imagina en todo ese tiempo.
Dios no es necesario para el Universo. Dios es una excusa para justificar ciertos acontecimientos.

El éxtasis de Santa Teresa, la hacía sentirse cerca de la presencia celestial de Dios Todopoderoso. Juana de Arco sentía lo mismo, y tras luchar defendiendo a Dios, murió traicionada por aquellos que no la comprendieron. Yo no he sentido jamás un éxtasis como ese, pero sí he sentido algo que puede no estar lejos.
Comenzó a sucederme cuando me rompí en pedazos hace cierto tiempo. Pedacitos de mí esparcidos por el suelo. Me tocó recogerme y volver a montarme por completo. Por esas fisuras se coló algo. Una paz, un sentimiento de tranquilidad conmigo mismo que desde entonces, solamente he perdido en ciertos momentos.
Esa paz interior, me ha hecho ver la vida a cámara lenta. Comprender la sencillez de todo, y saber qué es lo importante de verdad y por qué no debo temer a la muerte si llega antes de tiempo. He vivido cometiendo cientos de errores, he sido el malo de la película muchas veces, pero siempre he sido sincero, y lo sigo siendo.
Moriré con mis principios, porque ellos y mi intuición son lo único que tengo.
Yo no tengo un Dios al que aferrarme cuando el avión caiga en picado a punto de estrellarse, lo que sí tengo y he tenido en ciertos momentos, es una potente e intensa sensación de comunión con el mundo que me rodea.
Esa paz que surgió en mí tras romperme en pedazos, me trajo esa Comunión con lo que me rodea. Empatizo con las personas, no tengo miedo de qué pensarán pues estoy por encima de todo eso. Actúo sabiendo que un día no estaré aquí. Me dará igual que hablen bien o mal de la persona que fui y lo que he hecho.
Me basta con dejar a mi hijo un legado de lo que yo he aprendido en esta vida y todos mis conocimientos. Mi labor como padre es esa, darle valores y herramientas para enfrentarse al mundo que le espera. Empatía, sensibilidad, fuerza, honor y lealtad consigo mismo para superar cualquier escollo llegado el momento. El Camino lo escogerá él, del mismo modo que tendrá libertad para creer en un Dios o no hacerlo.

El Tiempo que me quede viviré como ahora lo estoy haciendo; conforme a mis propios principios, empatizando con el resto, aprovechando cada conversación interesante, cada lugar que merezca la pena ser recordado y cada persona especial que me regale el Universo. Escucharé, aprenderé, empatizaré y amaré por encima del espacio y del tiempo. Lo haré porque puedo hacerlo, porque aunque no creo en Dios, hace tiempo que he trascendido más allá de un cuerpo.
Soy capaz de revivir momentos, volver a cruzar desiertos, amar a personas que hace años que se fueron y sentir a quienes me importan aunque no esté con ellos. Todo eso soy capaz de hacerlo, pues aunque no soy creyente, he llegado a un punto de conciencia que no había conocido hasta el momento.
¿Cómo he llegado a este punto? Quizás ha sido la experiencia, quizás el dolor de tantas veces alzándome para caer de nuevo. Quizás la soledad de tantas derrotas, o el alma vieja que llevo dentro. Puede que la culpa la tengan los libros leídos, o las vidas pasadas que ahora no recuerdo. El caso es que me siento en Comunión con todo aquello que me rodea y con quienes me importan y mientras no sepa el verdadero motivo, la única explicación que encuentro es la que me ofrece…
…ese Dios en el que no creo.









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