Divergentes sin remedio
- Ramón Otero

- 30 may 2023
- 3 Min. de lectura

Diverge aquello que se separa del resto. Elementos similares con mismos compuestos que reaccionan de modos opuestos. Parece lo mismo, pero está lejos de serlo.
Tantos modos de ver una misma vida. Tantas formas de comprender el mundo en qué nos movemos. La corriente que guía la sociedad se mueve en una u otra dirección cambiando de rumbo cada cierto tiempo. Lo que ayer era blanco hoy es negro. Una mentira que se susurraba hace meses, es hoy la Verdad que pregonan los medios.
Y la gran mayoría, igual que peces en un banco que se mueve a través del océano, estamos inmersos en esa deriva que nos tiene presos.
Sin embargo, no todos nacieron para seguir el camino impuesto.
Son elementos difíciles de encontrar. Tienen la mente despierta, la mirada afilada y una capacidad innata para camuflarse con el medio, sin embargo, en los pequeños detalles, divergen del resto.

Inteligentes, atrevidos, intrépidos. Valientes, capaces de cruzar un océano movidos por la vela de un sueño.
Son ellas, las que un día se cansaron de lo mediocre y prefirieron encontrar en la soledad una forma de superar esa última relación que terminó con la misma alegría que un entierro. Son los que saben de qué están hechos. Las que ya no se conforman con menos. Son personales normales, pero prestan atención a los pequeños detalles.
Son fuertes, pero se emocionan al sentir el ritmo de esa canción que culebrea a través de su cuerpo. Son pasionales, pero no se entregan a cualquier precio. Son esos cuya conciencia despertó hace tiempo haciéndoles perder cualquier tipo de miedo.
Porque la clave está en el miedo.

El miedo de tantos a enfrentarse a la realidad que sobre sí mismos les muestra el espejo. Miedo a no querer reconocer que no son sus estados en redes sociales, ni su cuenta bancaria, ni su perfume caro, ni unas zapatillas de trescientos euros. Miedo a que se descubra la farsa de su vida a sabiendas que ni pueden ni quieren ponerle remedio. Porque si algo caracteriza al ser humano moderno, es que prefiere vivir en una mentira antes que enfrentarse a lo que lleva dentro.
Los que divergen están lejos de eso. Los que divergen acarician una mente, no se follan un cuerpo. Entran a cuchillo con delicadeza y hurgan en los sótanos de ese que tienen delante pues realmente quieren conocerlo. Crean espacios de vida y en ellos cultivan algo hermoso que crece libre y sin nombre.
Los que divergen, sencillamente, conectan entre ellos.

Y así, empatizando de un modo íntimo y sincero, sin adornos, maquillaje, ni falsas promesas de que todo va a ser genial, los que divergen salen adelante con una sonrisa torcida aún estando jodidos por dentro. Pues a veces la vida es eso, apretar los dientes, cerrar los puños y enfrentarse a la ola monstruosa que amenaza con enviar a pique todo aquello que queremos.
Pero qué sabré yo de todo esto, pues, al fin y al cabo, no soy más que uno de esos raros que contempla el mundo con una mezcla de emoción y miedo.
Miedo, de ver hacia dónde deriva la marea. Emoción, por ser consciente de todas las cosas bonitas que hay escondidas ante nuestros ojos, y que, sin embargo, apenas unos pocos vemos. La magia no se esconde en los cuentos. La magia, está en ojos de aquellos que saben que en los pequeños detalles se esconden los grandes momentos.
Y el mundo gira en el caos. Y entre las llamas de la guerra y cobardes que guían a corderos, ellos… los raros, los menos, se reconocen silenciosamente entre ellos y comparten el amanecer mientras se susurran mutuamente cualquier cosa menos un "te quiero".

Esos son ellos. Divergentes sin remedio.









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